Saturday, April 19, 2008

La doctrina universal

«¿Y qué nos dice la historia natural? La destrucción de las cosas terrenales, no de todas sino de un número muy grande, la atribuye a dos causas principales: las tremendas embestidas del agua y del fuego. Estos dos castigos del cielo, se nos dice, descienden por turno tras ciclos muy largos de años.» (Filón, De la eternidad del mundo, Vol. XVII [147])

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La noción de las edades terminadas por violentos cataclismos es común a las culturas tradicionales de todo el mundo, desde las más primitivas hasta las que alcanzaron un elevado nivel de civilización. Puede que difieran en número, en duración y en las características de las catástrofes evocadas, pero al mismo tiempo las coincidencias son en extremo significativas: en la mayoría de los casos, como veremos, las edades son cuatro o siete, sus duraciones son “circulares”, y los desastres que les ponen fin son por lo general diluvios y conflagraciones que sobrevienen en forma alternada y son atribuidos a influencias planetarias.

Así, por ejemplo, según el erudito latino Varrón (116 a.C. – 27 a.C.), los anales etruscos registraban siete edades pretéritas cuyos finales respectivos habían sido anunciados a los hombres por diversos prodigios celestes. Por su parte, el “Bhaman Yast”, uno de los libros del Avesta, habla de siete edades del mundo o “milenios”; según Zoroastro, el profeta del mazdeísmo, al final de cada una se manifiestan señales, prodigios y gran confusión en el mundo. Un texto budista, el Visuddhi-Magga, en su capítulo “Ciclos del Mundo”, dice que hay siete edades separadas por catástrofes globales de tres clases —por agua, fuego y viento— al final de las cuales aparece un nuevo sol; después del séptimo sol, el mundo estalla en llamas.

Curiosamente, esta noción de siete “soles” aparece también en los libros sibilinos, donde se dice que ahora estamos en el séptimo sol (aunque se profetizan otros dos por venir), en los Anales de Cuauhtitlán mexicanos, escritos en lengua náhuatl hacia 1570 y basados en fuentes arcaicas, que aluden igualmente a siete épocas o “soles” (“Chicon-Tonatiuh”), y entre los aborígenes de Borneo del Norte, quienes aseguran que habiendo perecido los seis anteriores, el actual es el séptimo sol en iluminar el mundo.

Al otro lado del mundo, en Norteamérica, las leyendas de los indios Hopis, que al parecer sabían desde muy antiguo que la Tierra gira en torno de su eje, hablan en cambio de cuatro edades o “mundos”. Habiendo sucumbido los tres anteriores al fuego, la nieve y el agua, el actual sería el cuarto mundo (otra versión dice que el quinto), que quedará a su vez consumado cuando la Tierra se tambalee sobre su eje al precipitarse hacia ella una gran estrella azul, llamada “Sasquasohum”. Al parecer, sin embargo, la humanidad deberá recorrer en total siete mundos.

El esquema de siete edades o eras predomina también en las misteriosas leyendas caldeas sobre siete “reyes de reyes”, el último de los cuales, Xisuthros, salva a los suyos del gran diluvio; en los siete Manus de la tradición hindú, en que también el último, Satyavrata, con el nombre de Vaivasvata, salva del diluvio a unos cuantos elegidos; y en los siete “reyes de Edom” de la cábala hebraica, que como los anteriores rigen por turno siete “Tierras”, las cuales pueden entenderse tanto en sentido temporal como espacial. Siete “Tierras” aparecen también en el esoterismo islámico, en este caso regidas por siete “Polos” (en presumible alusión al fenómeno de precesión de los equinoccios), referencia que también figura entre los antiguos egipcios, que al parecer registraron siete estrellas polares sucesivas; y por su parte la tradición rabínica, que cristalizó en el período posterior al Exilio hebreo, afirma que ha habido seis recreaciones sucesivas de la Tierra, tras otras tantas catástrofes globales; en la cuarta Tierra vivió la generación de la Torre de Babel, y ahora estamos en la séptima. De acuerdo con Filón, el filósofo judío nacido hacia el 20 a.C., algunas perecieron por diluvios, otras por conflagraciones.

Por otra parte, en evidente correspondencia con los siete “días” de la Creación bíblica, hemos visto en otra parte que la tradición hermética se refiere a siete “días creadores” de 25,920 años cada uno —la duración de un período precesional.

Como se puede apreciar, la noción de siete edades o eras es común en todo el mundo, lo que pone de manifiesto una casi absoluta concordancia entre la mayoría de las tradiciones. Hay, empero, excepciones que veremos en detalle en otro momento.

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