Según el Bhagavata Purana (1, 14:1 ss), el advenimiento del actual Kali-yuga estuvo anunciado por diversas señales ominosas: las imágenes sagradas parecían llorar y lamentarse en los templos, el engaño y los malentendidos contaminaban las relaciones entre parientes, y por doquiera la gente se volvía cada vez más codiciosa y violenta. Por sobre todo ello, presidían graves trastornos en la regularidad de las estaciones.
Esto habría ocurrido poco antes del 3102 a.C., al final del Dvapara-yuga, o tercer yuga, del vigésimo octavo “milenio” del séptimo y actual Manu, Vaivasvata.
Confirmando la fecha de inicio, Aryabhata, célebre astrónomo hindú nacido en 476 d.C., escribe que él tenía veintitrés años de edad cuando habían transcurrido 3,600 años del actual Kali-yuga, lo que da 3,600 – 23 – 476 = 3101 a.C. La diferencia de un año se explicaría por el uso de un año “cero” en la conversión al calendario occidental.
Ahora bien, tal como se dijo en un artículo anterior (“Más sobre maha-yugas y kalpas”), el comienzo exacto, la medianoche del 18 de febrero del año 3102 a.C., estuvo presidido por una conjunción de los siete planetas tradicionales. Según los jyotisha-shastras, los textos de astronomía de los antiguos hindúes, esto es perfectamente normal; el Surya-siddhanta, por ejemplo, que mide el tiempo en días desde el comienzo del Kali-yuga, presume que las posiciones de todos los planetas, en sus dos ciclos, están alineadas en el día “cero” en relación a la estrella Zeta-Piscium, la cual es usada por dichos shastras para medir las longitudes celestes. Tal conjunción habría presentado desviaciones mínimas y, por lo demás, se trataría de un fenómeno muy raro, pues entre esa fecha y nuestros días sólo se hallaron tres intervalos de diez años en que se hubiera producido un alineamiento tan exacto.
Aquí surge la pregunta: ¿por qué habría de señalarse el paso de una edad a otra por una conjunción como la descrita, si es el período de precesión de los equinoccios el factor determinante en la duración del ciclo humano? No es fácil dar una respuesta precisa; pero si consideramos que la circunferencia descrita por el eje polar de la Tierra no tiene un punto real de partida (pues éste, como en el año común, es más bien convencional), es posible que se requiera algún factor desencadenante, como los sínodos planetarios consistentes en el agrupamiento de todos los planetas a un lado del sol mientras la Tierra se encuentra en el otro (lo cual ocurre cada 180 años aproximadamente), lo que ocasione trastornos climáticos adicionales que precipiten el paso de un yuga a otro. Existe, al respecto, una conexión sugestiva con el hecho de que el fenómeno del Niño, que tan terribles trastornos ha causado en los últimos años, parece haberse iniciado alrededor del año 3100 a.C.; y cabe también recordar el concepto de “año perfecto”, tiempo que requieren los planetas para volver a alinearse en el punto de partida y que coincidiría con el “gran año” de 12,960 años comunes.
En conexión con el probable punto de partida del actual Kali-yuga, algunos autores han resaltado el hecho de que, en algún momento del siglo VI a.C., las doctrinas tradicionales experimentaron readaptaciones y reformulaciones diversas en varios lugares clave del mundo: en Grecia por Pitágoras, en la India por Buda, en Persia por Zaratustra, en la China por Confucio, etc., readaptaciones que, dada la universalidad del fenómeno, habrían sido una especie de preparación para el inicio de una nueva era. Hay que reconocer que esta fecha en torno al siglo VI a.C., aunque imprecisa, suena más verosímil como punto de partida que el 3102 a.C., que choca frontalmente con la creencia en el progreso ininterrumpido de la humanidad a partir del desarrollo de la agricultura y de la invención de la escritura. Pero a favor del 3102 a.C. puede aducirse, aparte de la insólita conjunción planetaria descrita, la singular coincidencia con el “año cero” del inicio de las civilizaciones maya y egipcia (en el 3113 a.C. la primera, alrededor del 3100 a.C. la segunda), sin duda significativa porque tal inicio coincide con el comienzo de la escritura en el mundo y parece tender, por lo mismo, un velo entre la historia propiamente dicha, la escrita, y la prehistoria, de la que casi nada se sabe con certeza absoluta. Por otra parte, se ha sugerido, sobre la base de cálculos astronómicos, que la gran epopeya Mahabharata se remontaría al 3100 a.C., pues sería en parte contemporánea del Satapatha Brahmana, donde se dice que las Krittikas (las Pléyades) «no tuercen desde el Este» —es decir, que se hallaban en el ecuador celeste. Añádanse a todo ello las persistentes alusiones, en tradiciones orales y escritas, a civilizaciones antiquísimas y espiritualmente más adelantadas que la nuestra, desaparecidas en medio de terribles cataclismos que borraron toda huella de su paso por el mundo, y el cuadro se hace más completo: de haber existido una o varias de estas civilizaciones antes de nuestra historia escrita, ello haría retroceder el peso específico de la historia en varios milenios y convertiría automáticamente el 3102 a.C. en una fecha comparativamente reciente.
Pero examinemos la cuestión obviamente central en nuestro estudio: ¿Estamos realmente en el Kali-yuga, la era de oscuridad, confusión y riña? De ser así, ¿en qué etapa de él? Y, ¿es posible que lo estemos desde hace tanto tiempo?
En mi próximo artículo trataré de dar respuesta a estos interrogantes. Les agradeceré mantenerse conectados.
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment