Quisiera hablar un poco más acerca del Manvantara, esa antiquísima medida hindú del tiempo, y de cómo puede ayudarnos a averiguar la duración real (y no simbólica) del actual ciclo humano. Para tal fin, una rápida mirada a mis tres artículos anteriores puede ayudar a una más fácil comprensión de lo que sigue.
Consideremos pues el Manvantara, en cuanto ciclo terrenal estrictamente humano regido por un particular Manu, como una imagen en pequeño del maha-yuga de 4'320,000 años comunes. Sin importar los ceros que completan el número, la duración simbólica del Manvantara será entonces equivalente a 4320 y, siguiendo siempre la relación 4 + 3 + 2 + 1 = 10, las de los correspondientes yugas lo serán a 1728, 1296, 864 y 432 respectivamente, números todos ellos circulares —pues sus dígitos también suman nueve— y por lo tanto submúltiplos de 25,920, que es igualmente un número circular. Por otro lado, si adicionalmente consideramos que, en el orden cósmico, es justamente el período de precesión de los equinoccios el que más decisivamente influye en la duración del ciclo humano, será lícito suponer que dicha duración comprenda un número entero de tales períodos. La cuestión que se plantea entonces es: ¿cuál puede ser ese número?
Una posible respuesta a dicha cuestión la ofrece René Guénon en su notable artículo Algunas observaciones sobre la doctrina de los ciclos cósmicos, aparecido por primera vez en francés en 1937. Considerando que más que el período precesional es su mitad, o “gran año” de 12,960 años comunes, el que, dada la particular importancia que reviste para tradiciones como la griega y la persa, constituye la base principal de las edades cíclicas, sugiere Guénon en dicho artículo que dicho número sea el cinco, sobre todo en virtud de su relación con la duración del reinado de Xisuthros (el Sisera de la Biblia, personaje manifiestamente idéntico a Vaivasvata, el Manu de la era actual), duración que los caldeos fijaban en 64,800 años comunes (5 x 12,960). En apoyo de esta tesis, aparte de que una duración de 64,800 años bien puede representar la antigüedad real de la presente humanidad terrena, Guénon señalaba correspondencias bastante verosímiles para el cinco, como los cinco bhutas o elementos del mundo sensible, etc.
Ahora bien, aunque este tipo de cálculos nunca haya sido alentado por la tradición, me permito disentir sobre el número de períodos. Pues si aceptáramos 64,800 años comunes como la duración total del actual Manvantara, la del Kali-yuga sería entonces 6,480 años, o un décimo de aquélla; y si nos atenemos al 3102 a.C. como su punto de partida, una simple resta (6,480 – 3,102) daría el año 3378 d.C. como fecha de término, fecha sin duda tranquilizadora en una época de enorme crisis global como la que vivimos (aunque no tanto como la señalada por el hinduismo ortodoxo, dentro de unos cuatrocientos veinte mil años), pero que no se aviene en absoluto con los datos de otras tradiciones que, como he mencionado en otra parte de este estudio, anuncian un fin inminente para nuestra degenerada civilización.
Es de advertir que todos estos cálculos están supeditados a admitir el año 3102 a.C. como fecha de inicio del actual Kali-yuga, lo cual, en realidad, y por más argumentos que se presenten en su favor, difícilmente será aceptado por muchos críticos. Aun así, aceptemos por un momento la fecha en cuestión y prosigamos con nuestra línea de especulación: Considerando que los yugas son cuatro y no cinco, ¿no sería más natural que la duración en cuestión comprenda cuatro períodos iguales, es decir, multiplicar 12,960 por cuatro? Después de todo, los argumentos a favor de cinco períodos no son concluyentes, pues los elementos propiamente materiales son sólo cuatro (dado que el quinto, el éter, es inmaterial). Y por otro lado, si empleamos como factor el cuatro —el número de las estaciones del año— la duración total del Manvantara vendría a ser 51,840 años (4 x 12,960), con lo que abarcaría dos períodos precesionales completos, asimilables al Día y la Noche. Por lo demás, siendo 4,320 un tercio de 12,960, las duraciones reales de cada yuga estarían dadas entonces por el producto de las duraciones simbólicas por doce, que es el número de los meses del año y de los signos del Zodíaco, con lo cual, en cierto modo, estaríamos convirtiendo las duraciones simbólicas —basadas en la escala lineal 4 + 3 + 2 + 1 = 10— en propiamente circulares, esto es, basadas en un ciclo de doce meses. En cualquier caso, la duración del Kali-yuga sería entonces 5,184 años (72 x 72), ya sea que dividamos 51,840 por diez o que multipliquemos 432 por doce; y así, mediante un cálculo similar al anterior (5,184 – 3,102), obtendríamos el año 2082 d.C. como punto final del presente ciclo humano, fecha que en verdad pareciera estar más de acuerdo que la anterior con el ominoso curso actual de los acontecimientos en el mundo y con los graves trastornos climáticos que se observan en nuestros días, trastornos que hacen temer un cambio profundo, global e irreversible… y tal vez no muy lejano.
Y aunque no quisiera mostrarme agorero, pues ciertamente soy consciente de que pronósticos como éste pueden hacer más mal que bien, no está de más insistir en que el final de un ciclo astronómico puede coincidir con el de otro e influir marcadamente en él, tal vez atrayéndolo incluso hacia sí, con lo que podría acortarse aún más el plazo para la presentación de acontecimientos límite.
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