Wednesday, February 20, 2008

La Rueda del Tiempo

Una indagación sobre el secreto del tiempo

Entre los grandes misterios del universo, pocos han ejercido tan extraña fascinación sobre la mente del hombre como el del tiempo. Y es que el tiempo no es un enigma cualquiera: insondable en su esencia más profunda, el tiempo es, por derecho propio, un misterio de misterios.

A través de los siglos, el misterio se ha mantenido y ha cautivado a grandes pensadores del mundo: Salomón, Pitágoras, Platón, San Agustín, Newton y Descartes se sintieron, cada cual en sus respectivas épocas, irresistiblemente atraídos por él. Y ya en nuestros días ha quitado el sueño a grandes científicos como Einstein y como su “sucesor”, Stephen Hawkin.

Pero ya aquí se nos deparan sorpresas. En efecto, parece ser que no fue Einstein el primero, ni el único, en descubrir que el tiempo es relativo al espacio: ya los antiguos hindúes lo sabían, como lo testimonian algunos de sus textos más sagrados, en especial los Puranas (un punto que ampliaré más adelante). En cuanto a Hawkin, no hace mucho se preguntabe si el tiempo transcurre en forma meramente lineal, tal como lo ha postulado siempre la física clásica, o si lo hace en forma más bien circular, cíclica — como lo han concebido desde siempre las doctrinas orientales tradicionales.

Haríamos bien, entonces, en revisar dos de nuestras nociones más arraigadas: a saber, que ha sido sólo en los dos últimos siglos que se han hecho los más grandes descubrimientos científicos... y que los antiguos no tenían ni el más mínimo conocimiento científico del mundo.

Un tercer ejemplo nos ayudará a reforzar este punto. Desde hace algún tiempo, la ciencia ha venido calculando, sobre la base de mediciones radiactivas, la edad de la Tierra en unos 4,500 millones de años desde su formación en el sistema solar. Más recientemente se ha dicho que el análisis de piedras traídas de la Luna da una cifra aun más precisa, y al parecer definitiva: 4,310 millones de años, pero este es un dato que lamentablemente no he podido verificar, aunque desde luego se ajusta perfectamente al anterior. Pues bien, esta cantidad es casi idéntica a la de 4,320 millones de años que, según los Puranas y ciertos tratados astronómicos hindúes, constituye la duración de lo que los hindúes llaman un “Día de Brahma” (o kalpa) dentro del inmenso ciclo de manifestación universal.

Naturalmente, se puede aducir que los hindúes llegaron a esta cifra por mera casualidad o que simplemente la inventaron, como asimismo inventaron todo lo que se refiere a las edades y ciclos cósmicos. Para refutar tales objeciones habría, entonces, que averiguar primero si el conjunto de estas nociones está respaldado por otras escrituras del mundo — es decir, si hay acuerdo entre las escrituras hindúes y los otros libros sagrados del mundo acerca de estos temas — y luego, como prueba accesoria, establecer si son confiables las demás informaciones que dichas escrituras contienen; todo ello con el objeto de otorgarles, al menos en una etapa preliminar, cierta respetabilidad frente a la opinión de los incrédulos más recalcitrantes, aquellos que literalmente se burlan de estas teorías.

Ésta es una tarea que, Dios mediante, quedará para mi próxima entrega.

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