Sunday, March 16, 2008

La doctrina hindú de los ciclos cósmicos

En esencia, la doctrina hindú de los ciclos cósmicos postula un tiempo circular, cualitativo, que influye cíclicamente en nuestro universo y en todo cuanto en él existe. Un universo que por su parte es eterno, sin principio ni fin, y que se manifiesta, junto con otros miles de millones de universos, desde un estado de desarrollo a otro de equilibrio, y luego a otro de decadencia, tras el cual sobreviene su disolución —o pralaya— y vuelta a empezar, por siempre jamás. Un universo, en suma, regido por la periodicidad, donde todo tiene un ritmo, una pulsación; en el cual, entre manifestación y pralaya, discurren en incontable número los dilatadísimos Días de Brahma, o kalpas, precedidos por sus respectivas Noches; y en el que dentro de cada kalpa se suceden mil “ciclos humanos”, o maha-yugas, cuyo estudio, invirtiendo el orden, intentaré en primer lugar.

Empecemos por señalar que cada uno de estos maha-yugas se compone de cuatro edades cíclicas o yugas, de duración decreciente, que señalan otras tantas etapas de degradación paulatina de la humanidad y que se corresponden, por consiguiente, exactamente con aquellas que la tradición occidental ha designado siempre como edades de Oro, de Plata, de Bronce y de Hierro —excepto por un aspecto de la doctrina: la magnitud de las duraciones involucradas. En efecto, la que se atribuye al maha-yuga, 4'320,000 años comunes, suena tan desmesurada como para representar un ciclo humano, que desconcierta al occidental no iniciado con estos temas. Y es que sin mencionar que estamos hablando de ciclos —de los cuales hay nada menos que mil en un Día de Brahma—, tal duración supera incluso la antigüedad del hombre sobre la Tierra, la cual, aunque en sentido muy amplio bien podría remontarse a algunos millones de años, generalmente se estima en sentido más estricto —es decir, referida al hombre moderno o Sapiens Sapiens— a lo sumo en unos cincuenta o cien mil años. Y por otro lado, ¿por qué las duraciones de los yugas han de ser proporcionales a la escala 4 + 3 + 2 + 1 = 10 y no más bien iguales, como las cuatro edades de la tradición occidental? Luego veremos, empero, que estas cuestiones no son, como podría pensarse, insolubles, ni el problema en su conjunto tan complejo como parece, por lo que de momento estudiaremos sin más las duraciones tal como se deducen de los textos pertinentes. 

Tabla 1 - El maha-yuga o ciclo de cuatro yugas

Duración en
años divinos
Edad o yuga
Duración en
años humanos
   Proporción
     4,800
    Satya
1’728,000
           4
     3,600
    Treta     
1’296,000
           3
     2,400
   Dvapara
    864,000
           2
     1,200
     Kali
    432,000
           1
12,000

4’320,000
10










De este modo, las duraciones son 4,800, 3,600, 2,400 y 1,200 años para los yugas denominados Satya, Treta, Dvapara and Kali respectivamente. Pero se trata de “años divinos”, que traducidos a “años humanos” devienen el producto de dichas duraciones por 360 —de acuerdo con la afirmación, en Bhagavata Purana 3, 11:12, de que “un día de los semidioses es como un año de los seres humanos”. Un examen más profundo revela, empero, un hecho que es tal vez el más significativo en todo este análisis, si bien, en realidad, se trata de algo perfectamente lógico: al menos en “años humanos”, todas las duraciones son propiamente “circulares”, esto es, no sólo son divisibles, debido a que terminan en dos o más ceros, por 2, 4, 5, 8, 10, 15, 20, etc., sino que además lo son, por el hecho que sus dígitos suman nueve, por 3, 6, 9, 12, 18, 24, 36, 72, 108, 144, 180, 360, etc., todos los cuales son números “sagrados” para la mayoría de las tradiciones. Lo cual no sólo acomoda muy bien a cualquier sistema numérico basado en el círculo de 360 grados, que es el que más se adecua a un tiempo circular porque permite efectuar divisiones exactas, sino que además permite relacionar las duraciones “humanas” con la del período de precesión de los equinoccios de 25,920 años comunes, cuyos dígitos también suman nueve. Así, 72 x 60 = 4,320 y 72 x 360 = 25,920 (recordemos que el equinoccio precesiona un grado cada 72 años), y en fin, 4,320 x 6 = 25,920, todo lo cual, en realidad, nada tiene de particular, ya que la división del círculo se efectúa naturalmente según múltiplos de tres, seis o nueve, siendo los de este último los que ofrecen las posibilidades más amplias.


Ahora bien, en conexión con estos dos números clave, 72 y 25,920, existen coincidencias en extremo sugestivas que evidencian una perfecta correspondencia entre la vida del hombre, el “microcosmos”, y la de nuestro universo o “macrocosmos”. Para empezar, 72 corresponde al promedio de latidos del corazón humano en un minuto, y la cuarta parte de 72, o sea 18, al de respiraciones humanas en el mismo lapso, por lo que en un día un hombre habrá respirado 18 x 60 x 24 = 25,920 veces. Y por otro lado, al cabo de 72 años, que es la duración media de vida del hombre en la actualidad, un hombre habrá vivido un total de 25,920 días (considerando un año ideal de 360 días), mientras que el eje polar de la Tierra habrá recorrido apenas un grado del círculo equinoccial de 360 grados o 25,920 años comunes. En otras palabras: desde la perspectiva cósmica, la vida del hombre dura un solo día.

Por otra parte, el número 72 aparece frecuentemente en conexión con los ciclos cósmicos. Por ejemplo, figura en los cuadrados mágicos chinos y correspondía, en la tradición extremo-oriental, a la división del año en cinco partes (5 x 72 = 360), de las cuales tres (3 x 72 = 216) eran “Yang” o masculinas, y dos (2 x 72 = 144) “Yin” o femeninas; mencionaré, de paso, que esta división del año era asimismo empleada por los antiguos incas. Entre los antiguos egipcios, por su parte, son 72 los conspiradores que acompañan a Seth en su conjura para asesinar a Osiris.

Recordemos, en fin, que 72 eran los discípulos de Jesús, 72 los miembros del Sanedrín judío, y 72, en el Medioevo, los puntos de la Regla de la Orden del Temple. Pero por muy interesantes que sean todas estas consideraciones numéricas —que ciertamente podrían multiplicarse hasta el tedio—, las dejaremos en este punto para regresar —próximamente— al maha-yuga.

1 comment:

Macarena said...

Muchas gracias, fue usted se mucha ayuda para mi, pues gracis a su artículo pude comprender muy facilmente de que trataban los ciclos de la cultura hindú