Thursday, July 03, 2008

La universalidad del conocimiento esotérico

Siguiendo los trabajos de algunos autores, ya he sugerido que las numerosas correspondencias y analogías entre diversas tradiciones en materia de edades y ciclos, así como la universalidad de ciertos conocimientos esotéricos, sólo pueden explicarse si se admite un origen común para ellos; y en otras entregas he revisado las innumerables coincidencias entre diferentes tradiciones, elementos todos ellos cuyo estudio, junto con el estudio de ciertas formas arquetípicas, podría ayudarnos a rastrear dicho origen.

Continuando con nuestro derrotero, que idealmente ha de llevarnos hasta el origen último de la doctrina, en esta entrega y en la próxima me ocuparé del otro gran esquema: el ciclo cuaternario, sensiblemente más frecuente y cuya índole es eminentemente temporal, aunque también presente correspondencias espaciales, fundamentalmente con los cuatro puntos cardinales. Omnipresente en nuestro estudio, la principal de sus características es su duración variable. Y es que se trata de un ciclo que aparece en todos los órdenes de existencia, desde la manifestación universal total hasta la de cualquier pueblo o civilización histórica, cada cual con su propia cronología y su propio punto de partida.

Uno de los ejemplos más conocidos entre estas últimas aplicaciones particulares es el famoso sueño interpretado por el profeta Daniel (2, 1 y ss), que él refiere a cuatro civilizaciones a las que identifica con las tradicionales edades de Oro, Plata, Bronce y Hierro (en realidad son cinco, pero la última es irrelevante). Sin embargo, sería posible encontrar muchos otros ejemplos por el estilo, en todos los cuales se tratará de ciclos de naturaleza descendente, en los que cada etapa es esencialmente peor que la anterior; si bien sólo la tradición hindú, la única que ha recibido intacto el conocimiento primordial desde el centro original, ha conservado el de la proporción en que decrecen las duraciones respectivas, sea cualquiera la duración total del ciclo en cuestión.

Este último hecho conlleva una muy importante conclusión adicional: a saber, si la duración del último período de la serie cuaternaria es, por definición, igual a una décima parte de la duración total, es obvio que dicho período puede subdividirse en otras cuatro edades que sigan la misma proporción (y, de hecho, no sólo el último período, sino cualquiera de los cuatro). Por ejemplo, si el Kali-yuga tiene realmente una duración efectiva de 5,184 años comunes, o un décimo de 51,840 años comunes, podemos suponer que a su vez consista, siempre siguiendo las correspondientes proporciones, en cuatro períodos cuyas duraciones respectivas serán aproximadamente 2,074, 1,555, 1,037 y 518 años. En otras palabras, hablamos de verdaderos ciclos dentro de ciclos, por lo que cabe referirse, digamos, al kali-yuga del actual Kali-yuga, es decir, la etapa más sombría de la actual Edad Sombría.

Naturalmente, esta es una hipótesis que debe demostrarse, y en los próximos capítulos dedicaré mi mayor esfuerzo a ello. Mientras tanto, haré frente a la objeción que usualmente se presenta con respecto a la doctrina en su conjunto: a saber, si no se tratará de simples especulaciones “numerológicas”, pues, ¿no eran los antiguos tan ignorantes que apenas si poseían algunos conocimientos técnicos rudimentarios?

Sin referirme todavía a la posibilidad de que en épocas remotas hayan desaparecido civilizaciones enteras sin dejar rastro alguno, trataré, en mi próxima entrega, de refutar dicha objeción: simplemente, demostraré que las antiguas culturas poseían, entre otros conocimientos científicos muy avanzados, uno muy preciso de la cronología y el cómputo del calendario, tal vez nacido del gusto por la observación grandiosa de los astros en el caso de las civilizaciones egipcia y babilónica, y, en particular entre los hindúes y los mayas, por la exacta medición de enormes transcursos de tiempo. Más aún, veremos que los antiguos poseían conocimientos tan avanzados en matemáticas y astronomía que sólo recientemente, tras largos milenios de oscuridad, han podido ser igualados o superados… y ello no siempre.

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