Friday, July 25, 2008

El conocimiento antiguo en el Nuevo Mundo

Pasemos a este lado del mundo, donde es posible ver restos de imponentes pirámides cuyos constructores, los antiguos mayas, desarrollaron un calendario tan preciso que establecía el año de 365.2422 días, mucho más exacto que el juliano de 365.2500 días e incluso que el gregoriano de 365.2425 días, en uso hasta hoy. Los mayas desarrollaron asimismo un sistema de numeración basado en la posición de los valores, sistema cuyo empleo no se haría general en Europa sino a partir del siglo XIV, y que implicaba la concepción y el uso del cero.

En conexión con esto, se ha llegado a saber que el calendario maya estaba basado en la llamada Cuenta Larga, cuyo punto de partida fue establecido en alrededor del 3114 a.C., y que se suponía ha de terminar aproximadamente 5,125 años después, es decir, más o menos en el 2012 d.C. Mayores precisiones sobre esta impactante característica pueden verse en “Acerca del año 2012”.

En cuanto a los toltecas y aztecas, grandes constructores de pirámides, y los misteriosos teotihuacanos y olmecas, muy anteriores a aquéllos, ya he señalado que parecen haber sido los primeros en desarrollar una astronomía avanzadísima y un calendario preciso; probablemente tan preciso como el de los incas, que era a la vez astronómico y agrícola y tan sofisticado, que incorporaba los ciclos biológicos de algunas plantas y animales. Por lo demás, huelga decir que todas estas culturas determinaron con gran precisión las fechas de los equinoccios y solsticios; lo hacían, por ejemplo, en el sur del Perú, el conjunto preincaico de las misteriosas “líneas de Nasca”, considerado el calendario astronómico más grande del mundo, y el monolito incaico conocido como Intihuatana (“la piedra que ata al Sol”), un reloj o instrumento astronómico que se conserva en el punto más alto de la ciudadela de Machu Picchu, cerca del Cusco.

Otros testigos del gran adelanto alcanzado en todo el mundo desde épocas remotas pueden verse aún en las ruinas de antiguas ciudades cuya existencia era legendaria o desconocida, como por ejemplo Mohenho-Daro y Harappa en la India, tan avanzadas que sus calles tenían canalizaciones y sus casas cuartos de baño, y un hecho significativo: sus habitantes parecen no haber empleado armas ofensivas de ninguna clase. Aquí se hallaron también misteriosas inscripciones grabadas que aún pueden verse en Mesopotamia y, por su parte, en esta región fue desenterrada, en un profundo estrato sumerio correspondiente al 3000 a.C. o antes, una figurilla de Shiva meditando en posición yóguica, idéntica a otra encontrada en las ruinas de la ciudadela de Mohenho-daro, obviamente indicando que fue fabricada antes de esa fecha. Estos hallazgos no sólo sugieren que ya en épocas muy remotas había vínculos entre ambas civilizaciones, sino como sostienen algunos, yendo aun más lejos, que la civilización sumeria provenía de aquella ciudad-estado, la cual, de hecho, sería mucho más antigua de lo que se acepta oficialmente.

Existen, incluso, vestigios de una extensísima civilización que habría abarcado todo el Norte de Europa, desde Irlanda y Britania hasta los países escandinavos, y que se remontaría al 9000 a.C. Es probablemente de ella de donde descendieron los constructores de los grandiosos observatorios de piedra de Stonehenge en Inglaterra y de Carnac en Francia, así como del gigantesco círculo zodiacal de Glastonbury, en Inglaterra, de 30 millas de circunferencia, el cual dataría del 3000 a.C. Análisis modernos han demostrado que tales constructores, además de poseer conocimientos astronómicos avanzadísimos, eran grandes geómetras que conocían, por ejemplo, que un triángulo cuyos lados sean proporcionales a 3, 4 y 5 contendrá siempre un ángulo recto, propiedad cuyo descubrimiento se atribuye a Pitágoras (formulador del famoso teorema) pero que, en justicia, habría que atribuir a ellos; asimismo, se sabe que, mediante un método que no por ser simple deja de ser avanzadísimo, eran capaces de trazar inmensos círculos casi perfectos.

De la existencia de éstos y otros enigmáticos vestigios, algunos autores han inferido que algunas de las culturas históricas posteriores, como la sumeria y la egipcia en el Viejo Mundo, y la maya y la azteca en el Nuevo, estaban en sus respectivas épocas de florecimiento, y tras la desaparición de alguna civilización tecnológica de la que ya nada se conoce, descendiendo y no subiendo la escalera de la civilización en el mundo. Noción que se ha visto reforzada por el descubrimiento de ciertos documentos —incluyendo el célebre mapa de Piri-Reis, que muestra características de hace 12,000 – 13,000 años, con la costa de la Antártida libre de hielo, y ríos y montañas en la tierra de la Reina Maud, así como el nivel del océano más bajo que en la actualidad; el mapa de Zenón, que muestra a Groenlandia libre de hielo, tal como lo estaba hace 14,000 años; el de Hadji Hamed, en el que se ve el puente de tierra de la Era glacial entre Alaska y Siberia; el de Finaens, que muestra el mar de Ross tal como era hace 6,000 años, etc.— así como por las referencias a remotos cataclismos que al extinguir pueblos enteros, incluso civilizaciones, habrían causado un retroceso en la cultura hasta diversos grados de barbarie. Tal sería el caso, por ejemplo, del Diluvio bíblico, que habría que situar entre el 8000 y el 10000 a.C., y el de la destrucción de Sodoma y Gomorra, que se supone ocurrió alrededor del 3000 a.C., para no mencionar sino dos de los ejemplos más conocidos y capaces de crear condiciones como las descritas. Luego se habría producido un lento y penoso progreso material de la humanidad hacia la actual civilización, la cual ya no recuerda nada de aquélla, y cuyo ocaso e inminente desaparición predicen a su vez muchos estudiosos actualmente.

Saturday, July 12, 2008

El conocimiento antiguo en el Viejo Mundo

Contra la habitual objeción de que las sociedades antiguas poseían apenas un conocimiento técnico rudimentario, existe evidencia creciente de que en realidad tenían capacidades tan avanzadas en matemáticas y astronomía que sólo recientemente, tras largos y oscuros milenios, han sido igualados o mejorados.

Tal es el caso, por ejemplo, de la India, que estaba tan adelantada en sus conocimientos de astronomía que llegó a convertirse en la meta de los buscadores de sabiduría. Un antiquísimo jyotisha, el Brahma-gupta, trata, entre otros, temas como el movimiento de los planetas alrededor del Sol, la oblicuidad de la eclíptica, la forma esférica de la Tierra, la luz reflejada de la Luna, la revolución de la Tierra en torno a su eje, la presencia de estrellas en la Vía Láctea, la ley de gravedad... todo lo cual no vería la luz en Europa sino a partir de Copérnico y Newton.

A su vez, el Surya-siddhanta nos informa que la Tierra, un globo que se desplaza por el espacio, tiene un diámetro cuya longitud equivale a 12,617 kilómetros actuales, un valor muy cercano al calculado en nuestros días.

Ahora bien, pese a la existencia de avanzadísimas concepciones sobre la dislocación espacio–temporal y sobre la actual expansión del Universo, los datos referentes al período de precesión de los equinoccios parecen haber sido disfrazados por medio de un peculiar lenguaje simbólico, aun cuando una cuidadosa inspección de ciertos textos —por ejemplo, el Bhagavata Purana 5, 21:4— nos permita discernir su duración en forma aproximada. Pero sea como fuere, ya he dicho que fue probablemente en la India donde Hiparco obtuvo su conocimiento de este fenómeno, del mismo modo que Aristarco de Samos recibió uno mucho menos sofisticado pero que escandalizó a sus contemporáneos, aunque fuera compartido por otros filósofos como Zenón de Elea, Anaxágoras y Demócrito: el de la esfericidad de la Tierra y su desplazamiento junto con los demás planetas alrededor del Sol.

En cuanto a Demócrito, lo más probable es que el origen de su famosa teoría atomística haya que buscarlo también en la India, en el “sistema filosófico” Vaisheshika del legendario sabio Kanada.

Pero mucho antes de que los mismos griegos surgieran a la historia, parece ser que en el antiguo Egipto se conocía todo esto, o poco menos. Un manuscrito de un tal Abdul Hassan Ma’sudi, conservado en la Biblioteca Bodleiana de Oxford, informa por ejemplo que «Surid, rey de Egipto antes del gran diluvio, hizo construir las pirámides y mandó a sus sacerdotes depositar en ellas los conocimientos de la ciencia y la sabiduría», y que «en la mayor se consignaran los datos relativos a las esferas y sus posiciones y ciclos, a fin de perpetuarlos».

En conexión con esto, es un hecho comprobado que la pirámide de Kéops contenía tanto el conocimiento del valor de pi —dado por la suma de sus cuatro lados dividida por el doble de su altura— como el del número áureo, 1.618 —obtenido mediante la división de la superficie de su base por la superficie lateral y la de ésta por la superficie total— además de muchos otros datos, como la distancia media al Sol, etc.

Además, en Egipto se predecían los eclipses y se desarrolló un calendario agrícola tan avanzado que anunciaba el momento exacto de las inundaciones del Nilo. Todo esto convirtió a este país, como a la India, en meta de los buscadores de conocimiento. Según Diógenes Laercio, fue allí donde los filósofos griegos Thales y Demócrito aprendieron geometría y astronomía, y por su parte Porfirio, en su Vida de Pitágoras, insiste en el origen egipcio de las ideas de Thales de Mileto y, por tanto, de Pitágoras. En cuanto a éste, parece ser que su famoso teorema era de uso común en Egipto ya en el 2500 a.C.

Sin embargo, fue con seguridad en Babilonia, según investigaciones recientes, donde dicho teorema se conoció no sólo en su utilización práctica sino en su formulación teórica por lo menos desde el 2000 a.C., y cabe aún la posibilidad de que este conocimiento se remonte a los antiguos sumerios, lo que de hecho lo situaría en épocas prehistóricas. Como sea, se dice que los babilonios inventaron el círculo dividido en 360 grados, aunque este “invento” parece haberse hecho en muchas partes y en épocas distintas. Lo que sí es seguro es que, al igual que los egipcios, los babilonios establecieron un calendario agrícola exacto que predecía no sólo las inundaciones sino también los eclipses, todo lo cual hizo de Babilonia, como de Egipto y la India, un gran centro irradiador de cultura.

Por lo que se refiere a la China, un solo ejemplo bastará para mostrar el grado de adelanto que alcanzó desde muy antiguo en el campo de la astronomía: Un manuscrito arcaico describe, en el peculiar estilo poético chino, un encuentro “inarmónico” entre el Sol y la Luna en Fang, una parte del cielo de la China que correspondería a cuatro estrellas de la constelación de Escorpión. Pues bien, cálculos efectuados por astrónomos contemporáneos han revelado que este eclipse ocurrió el 22 de octubre del año 2137 a.C., o sea hace más de 4,000 años… (Continuará.)

Thursday, July 03, 2008

La universalidad del conocimiento esotérico

Siguiendo los trabajos de algunos autores, ya he sugerido que las numerosas correspondencias y analogías entre diversas tradiciones en materia de edades y ciclos, así como la universalidad de ciertos conocimientos esotéricos, sólo pueden explicarse si se admite un origen común para ellos; y en otras entregas he revisado las innumerables coincidencias entre diferentes tradiciones, elementos todos ellos cuyo estudio, junto con el estudio de ciertas formas arquetípicas, podría ayudarnos a rastrear dicho origen.

Continuando con nuestro derrotero, que idealmente ha de llevarnos hasta el origen último de la doctrina, en esta entrega y en la próxima me ocuparé del otro gran esquema: el ciclo cuaternario, sensiblemente más frecuente y cuya índole es eminentemente temporal, aunque también presente correspondencias espaciales, fundamentalmente con los cuatro puntos cardinales. Omnipresente en nuestro estudio, la principal de sus características es su duración variable. Y es que se trata de un ciclo que aparece en todos los órdenes de existencia, desde la manifestación universal total hasta la de cualquier pueblo o civilización histórica, cada cual con su propia cronología y su propio punto de partida.

Uno de los ejemplos más conocidos entre estas últimas aplicaciones particulares es el famoso sueño interpretado por el profeta Daniel (2, 1 y ss), que él refiere a cuatro civilizaciones a las que identifica con las tradicionales edades de Oro, Plata, Bronce y Hierro (en realidad son cinco, pero la última es irrelevante). Sin embargo, sería posible encontrar muchos otros ejemplos por el estilo, en todos los cuales se tratará de ciclos de naturaleza descendente, en los que cada etapa es esencialmente peor que la anterior; si bien sólo la tradición hindú, la única que ha recibido intacto el conocimiento primordial desde el centro original, ha conservado el de la proporción en que decrecen las duraciones respectivas, sea cualquiera la duración total del ciclo en cuestión.

Este último hecho conlleva una muy importante conclusión adicional: a saber, si la duración del último período de la serie cuaternaria es, por definición, igual a una décima parte de la duración total, es obvio que dicho período puede subdividirse en otras cuatro edades que sigan la misma proporción (y, de hecho, no sólo el último período, sino cualquiera de los cuatro). Por ejemplo, si el Kali-yuga tiene realmente una duración efectiva de 5,184 años comunes, o un décimo de 51,840 años comunes, podemos suponer que a su vez consista, siempre siguiendo las correspondientes proporciones, en cuatro períodos cuyas duraciones respectivas serán aproximadamente 2,074, 1,555, 1,037 y 518 años. En otras palabras, hablamos de verdaderos ciclos dentro de ciclos, por lo que cabe referirse, digamos, al kali-yuga del actual Kali-yuga, es decir, la etapa más sombría de la actual Edad Sombría.

Naturalmente, esta es una hipótesis que debe demostrarse, y en los próximos capítulos dedicaré mi mayor esfuerzo a ello. Mientras tanto, haré frente a la objeción que usualmente se presenta con respecto a la doctrina en su conjunto: a saber, si no se tratará de simples especulaciones “numerológicas”, pues, ¿no eran los antiguos tan ignorantes que apenas si poseían algunos conocimientos técnicos rudimentarios?

Sin referirme todavía a la posibilidad de que en épocas remotas hayan desaparecido civilizaciones enteras sin dejar rastro alguno, trataré, en mi próxima entrega, de refutar dicha objeción: simplemente, demostraré que las antiguas culturas poseían, entre otros conocimientos científicos muy avanzados, uno muy preciso de la cronología y el cómputo del calendario, tal vez nacido del gusto por la observación grandiosa de los astros en el caso de las civilizaciones egipcia y babilónica, y, en particular entre los hindúes y los mayas, por la exacta medición de enormes transcursos de tiempo. Más aún, veremos que los antiguos poseían conocimientos tan avanzados en matemáticas y astronomía que sólo recientemente, tras largos milenios de oscuridad, han podido ser igualados o superados… y ello no siempre.